viernes, 30 de mayo de 2008

Los Culíes en la Guerra del Pacífico

La participación de los chinos en la Guerra del Pacífico es un tema que por varias décadas había permanecido en el olvido, pero que sin embargo en el último tiempo a salido a la luz y se ha comenzado a reconstruir su historia. Se trata de una historia que no se circunscribe a la Guerra del Pacífico, pero que tubo en ella su capítulo más épico.

Los culíes eran chinos que fueron traídos a Latinoamérica bajo engaño para trabajar en un régimen esclavista en faenas agrícolas y mineras a medidos del siglo XIX. La mayor cantidad de culíes fueron llevados Cuba y Perú en donde trabajaron en haciendas azucareras y en la extracción de guano.
A medidos de 2007 se descubrió por accidente en los alrededores de Quillagua un cuerpo momificado de un asiático que databa de la época de la Guerra del Pacífico, determinándose que se trata culíe que probablemente se dedicó a labores agrícolas. Se le conoce como la “momia china de Quillagua” y actualmente se encuentra en el museo municipal de dicha comuna. Al parecer, este descubrimiento concitó nuevamente la atención en la historia de los culíes, ya que le han sucedido algunos reportajes de prensa.


Este redescubrimiento de la participación culí en la Guerra del Pacífico es el que a permitido dar una mejor respuesta a la interrogante que dejara la peculiar forma de dar sepultura al soldado chileno encontrado en el cerro Zig-Zag luego de la Batalla de Chorrillos y que fuera el protagonista de la serie televisiva “Epopeya”. En esta serie, se atribuyó a compañeros de armas los cuidados y especial sepultura que le dieron, pero no explicaba satisfactoriamente varias particularidades, como la disposición ritual de sus armas.
En un excelente capítulo del programa de Canal 13 “Anónimos”, conducido por Ramón Ulloa y titulado “Batallón Vulcano”, se reconstruye tanto la historia de los culíes como trabajadores-esclavos en las guaneras de Antofagasta y Tarapacá, como la de su participación en la Guerra del Pacífico al servicio del Ejército de Chile que los iba liberando a su paso por Perú durante la Campaña de Lima. Los culíes siguieron al Ejército de Chile voluntariamente, y le prestaron valiosos servicios y cumplieron diversas funciones, principalmente auxiliares. Destaca la conformación del Batallón Vulcano al mando del capitán Arturo Villarroel –conocido como capitán dinamita- encargado de hacer “saltar las minas” con que los peruanos protegían sus defensas. En atención a que habrían realizado funciones de camilleros y cuidado de los heridos, así como por su cultura he idiosincrasia, se estima que resulta más probable que el soldado anónimo de Chorrillos haya sido sepultado por culíes que por sus propios compañeros.

Para contribuir a que se difunda más este capítulo de nuestra historia, insertó en esta entrada un extracto del artículo publicado en el Boletín de la Universidad de Chile Nº75 de junio de 1967, páginas 52 a 61, titulado “Esclavitud y tráfico de Culíes en Chile”, escrito por el profesor Marcelo Segall del Instituto de Patología Social de la Universidad de Chile. El artículo fue escaneado y publicado en la Web “Archivo de Chile” del Centro de Estudios Miguel Enríquez” (CEME).
Pese a que el tema se ha puesto de moda sólo en los últimos años, llama la atención este artículo publicado en 1967, que contiene bastante información del tema.
Sólo como dato, la terminología empleada y la filiación política del autor revelan claramente un enfoque marxista, que en todo caso, en nada le resta mérito al artículo.

A continuación el extracto:


Los Culíes en la Guerra del Pacífico

La participación china en el conflicto Chileno-Boliviano-Peruano por el salitre es desconocida. No me refiero al aporte físico, de trabajo, al capital chileno colocado en las salitreras y en el guano. Tampoco a la plusvalía que dejaron en manos de los empresarios chilenos. Me refiero en forma específica a sus acciones en beneficio del Ejército de Chile. Fue un aporte no pequeño y espontáneo al triunfo militar, a la conquista de las provincias del Norte y de la Ciudad de Lima.

La historia de esta contribución anónima y olvidad es parte de la historia social de Sudamérica. Fue la reacción natural de una clase social subyugada al nivel de la esclavitud. Para los culíes, sus patrones constituían el amo implacable capaz de hacer cumplir el contrato por 8 años de trabajo sin concesión alguna. Además, desde el punto de vista contractual, jurídico, no respetaron jamás la fecha de caducidad del contrato. Era renovado de forma automática, sin consultar la parte afectada. Sin embargo en la zona comprendida entre Arica y Mejillones, mucho más odiados eran los representantes de la autoridad. El juez, el prefecto, la policía y los soldados eran los encargados de notificar la renovación e imponerla. Para la Autoridad sólo era válido el Reglamento redactado por los prefectos, gobernadores e intendentes. Reglamento que impedía el abandono del trabajo, sin considerar argumento o contrato algunos.

En Pabellón de Pica, por ejemplo, la palabra más odiada por los culíes era soldado peruano. Para ellos, los soldados del fuerte vecino eran los verdugos máximos. Cuando había un conato de resistencia, los patrones no participaban en general directamente. Actuaban los capataces que eran peruanos o bolivianos. Si resultaban imponentes, aparecía el soldado con su fusil. En consecuencia directa: el odio mayor recaía sobre el enemigo más visible, más cercano.

Por el contrario, todo enemigo de sus verdugos inmediatos pasaba a ser el aliado, el amigo, el salvador. Es así como desde la Campaña del Desierto, los chinos sirvieron voluntariamente y espontáneamente al Ejercito de Chile. Fueron braceros, cargadores y guías muy considerados por los ministros de guerra Sotomayor y José Francisco Vergara, los organizadores de la victoria. Desde luego los culíes usaron esa consideración y no pocas represalias por pasados vejámenes se transformaron en efectivos hechos sangrientos.

Más activa y eficaz fue la participación culí en la etapa de la Conquista de Lima. El más hábil en utilizar a los chinos fue Patricio Lynch. Antiguo oficial al servicio del Ejército y la Armada Coloniales Británicas, en las Guerras del Opio, conocía la forma precisa para ganar voluntarios chinos: atacar los bienes de sus propietarios y opresores. Lynch tenía la orden de imponer contribuciones a los grandes azucareros peruanos para obligarlos a costear los gastos del Ejército Expedicionario. Como se negaron a la expoliación, incendió sus fincas e ingenios y dio libertad a los esclavos.

Desde el Departamento de Ica hasta Lurín mismo –centro del Estado Mayor chileno- reclutó chinos. Donde había una finca, encontraba voluntarios y auxiliares. Cuando la División Lynch tomó Ica, surgió el líder de la libertad culí: Quintín Quintana. Un chino que tomo ese nombre. Especie de Espartaco oriental, orador vibrante y audaz, entusiasmó a sus connacionales. 1.500 chinos, hombres y mujeres, se enrolaron como auxiliares a las tropas chilenas.

Cuando Lynch llegó al Campamento Lurín, su brigada semejaba un cuerpo colonial inglés: tropas regulares (chilenas) y tropas voluntarias asiáticas. De inmediato Quintín Quintana continuó su obra. Reunió a los culíes de la Finca San Pedro de Lurín y formó otras brigada culí. Luis Pomar, capitán de navío de la Escuadra de desembarco, fue testigo de su acción. En sus parcos recuerdos, dejó un curioso testimonio de Quintana y sus culíes: “no menos de dos mil chinos trabajadores de la hacienda... degollando un gallo, bebieron la sangre de éste como juramento de lealtad”. Quintana había pronunciado “una larga arenga, manifestando la adhesión de sus paisanos al Ejercito de Chile, que los libertaba, según decían, de la opresión de los peruanos...”.

Con mil pequeñas acciones facilitaron el avance chileno. Actuaron de zapadores, derribando las tapias para el paso de la caballería. Transportaron las municiones y armas. Sirvieron de enfermeros, salvando a los heridos chilenos. Muchos empuñaron las armas que recogían y con la decisión del voluntario cargaron a la bayoneta sin temor al destino. Mataban o morían en los puntos más peligrosos. No sujetos a la disciplina militar, jugaron el papel de guerrilleros. Demás está decir que sin la rápida inteligencia de José Francisco Vergara, el coronel Lynch no hubiera podido militarizar estos eficaces auxiliares. Los militares profesionales católicos se oponían al culto público que hacían a Buda. Incluso el juramento citado, se hizo de rodillas a un grueso Buda.

Más espontánea y heroica aún, fue la acción china en el departamento de Ancash. Apenas comenzaron a percibir la posibilidad del avance chileno, se colocaron en resistencia pasiva, oriental. Debió ocuparse de ellos, la tropa de retaguardia. Pero, silenciosos y obedientes en la apariencia, su sabotaje comprometía el frente interno y las comunicaciones.

Cuando Lynch desembarco en Chimbote, le habían preparado el terreno. En muy menor escala habían actuado como la Resistencia en la Segunda Guerra Mundial. El coronel Lynch los satisfizo de inmediato. Impuso un fuerte cupo de guerra al más poderoso azucarero. Al impedir el jefe peruano Piérola es expoliación, Lynch no hizo esperar la represalia. Incendió todas las fincas azucareras. Pasó a ser el “príncipe rojo”. En la época, era famoso el “gallo rojo”. El incendio de las propiedades de los señores rusos por sus siervos. Pero el Presidente Aníbal Pinto no gustaba del procedimiento “rojo” y ordenó suspender la represalia de Guerra.

Los culíes continuaron la resistencia. Aunque ya solos e impotentes desde el punto de vista militar, debieron sufrir ser enviados y bajo vigilancia militar a las peores zonas fronterizas del Perú.

La actitud sociológica de los culíes es clara. Para el esclavo, todo era simple: el enemigo –los patrones, los mayordomos y la policía- era el Perú. En cambio el aliado, Chile.

Tomada ya Lima, nombrado gobernante del Perú Patricio Lynch, es lógico y natural que el centro de la Junta Secreta de Resistencia Peruana fuera la familia Elíaz. De remoto origen morisco-andaluz, pertenecía a la más vieja estirpe colonial peruana. Estaban ligados a toda la aristocracia limeña virreinal. Además, a toda la actividad mercantil peruana. Los amigos más asiduos de la Casa Elías era el Arzobispo del Valle y el Obispo Tordoya. Una Elías era esposa del Vicepresidente y Almirante Montero. Otro Elías, Domingo, era el mayor contratista guanero del Perú. Un tercero, el más grande propietario de fincas azucareras. Todos, los mayores consumidores de culíes de América.

Una guerra significa en general para la nación vencida, la agudización de sus contradicciones sociales. Todo se precipita a la crisis. En el caso peruano, tanto se profundizó el odio de clase que Lima se transformó en un infierno. Apenas fue derrotado el Ejército, se produjo el caos. Los negros y mulatos, los quechuas y aimarás, vieron la oportunidad de castigar las humillaciones seculares. Hubo asaltos, saqueos, violaciones. Un testigo militar chileno, Narciso Castañeda, capitán del Batallón Victoria, narra que al entrar a Lima: “Divisamos una gran polvareda y mucha agitación en un enorme grupo de gente peruana, que decían: ¡¡Ya vienen los chilenos!! ¡¡Esta es la buena!! Exclamaciones semejantes, las proferían hasta con risa miles de negros”.

Si la población popular –indígenas, negros, mulatos- tenía odio a la aristocracia peruana, mayor era el odio a los mercaderes menores. Los comerciantes chinos constituían el objeto inmediato de su odio. El saqueo del comercio chino fue completo. El furor popular unido a la excitación general, produjeron más de 300 muertos entre los comerciantes chinos. El Alcalde de Lima, don Rufino Torrico, debió solicitar a la Jefatura Militar Chilena su intervención.”

(Páginas 56 y 57).


“El Batallón Vulcano”

Gracias a Corvo2006, podemos disfrutar de este capítulo del programa de “Anónimos”, ya que lo subió a Youtube en 7 capítulos:

En las primeras partes (1 a 3) se relata el descubrimiento de la “momia china de Quillagua” y los arriesgados trabajos que debían realizar los culíes en la extracción del guano:


Luego (partes 4 a 7), se relata la historia de los culíes en la Guerra del Pacífico y de como éstos habrían sepultado al soldado desconocido:


Enlaces:

- Artículo completo en PDF: “Esclavitud y trabajo de Culíes en Chile”. También tiene algunas fotografías.

- “Chinos peleando por Chile” del foro Razón y Fuerza. Donde se encontraran varios artículos interesantes subidos por los foristas.


jueves, 29 de mayo de 2008

El Guardiamarina Riquelme y el Teniente Serrano en el Combate Naval de Iquique

En el mes de mayo, en que se celebra el día de las Glorias Navales, vale la pena recordar una confusa historia –hoy aclarada- acerca de la suerte corrida por la espada del guardiamarina Ernesto Riquelme en aquélla mañana del 21 de mayo de 1879 en que se libró el épico Combate Naval de Iquique, y de cómo se entrelaza con la suerte corrida por el Teniente Serrano en su abordaje al monitor Huáscar.

La historia es relatada por el historiador Germán Bravo Valdivieso en un artículo publicado en la sección “Temas de hoy” de la edición del jueves 16 de noviembre de 2006 del diario El Sur de Concepción.

A continuación, la trascripción del artículo:


“No hace mucho tiempo fue ofrecida en venta al Museo Naval de Valparaíso una espada que habría correspondido al guardiamarina Ernesto Riquelme, en el épico combate naval de 21 de mayo de 1879 en la rada de Iquique. Pero en dicho museo ya existía otra, similar a las que entregaba la Armada a sus nuevos oficiales al egresar del servicio.

Riquelme hizo sus estudios náuticos en la Escuela Naval, que funcionaba a bordo de la corbeta “Esmeralda”, donde fue compañero de promoción de Vicente Zegers, ingresando ambos el 14 de abril de 1874.

Salieron al servicio naval el año 1876 y fueron destinados al blindado “Cochrane”, que debía zarpar de regreso al astillero Earle Shipbuilding de la localidad de Hull en Yorkshire, Gran Bretaña, para terminar su construcción.

Ello, pues esta nave había tenido que zarpar inconclusa el 24 de diciembre de 1874, debido a la crítica situación internacional que vivía Chile con motivo de las pretensiones territoriales argentinas y los problemas que creaba Bolivia en su avance hacia el Océano Pacífico con el apoyo del Perú.

La navegación y estadía en el viejo mundo constituirían el viaje de instrucción de los nuevos oficiales graduados. Cada uno había recibido su espada de oficial marina, pero por causas que no conocemos, Riquelme se deshizo de ella. Se presume que la entrego de regalo a sus padres o bien la vendió.

En este viaje compartían camarote cuatro guardiamarinas: Ernesto Riquelme, Vicente Zegers, Recaredo Amengual, y Vicente Merino Jarpa. En Gran Bretaña, los cuatro decidieron mandar a confeccionar espadas que llevaran en la hoja la inscripción “Esmeralda”, que correspondía al buque donde todos ellos habían hecho su instrucción; el lema “Gloria Victoria”, perteneciente a esta nave; y el nombre de cada uno de ellos.

Una sorpresa mayúscula

A su regreso a Chile, Riquelme se retiró de la Armada, conservando su espada, y se r

adicó en Santiago; pero al estallar la guerra, en 1879, solicitó de inmediato su reincorporación.

Muchos años más tarde, Vicente Zegers, ya como capitán de navío y desempeñándose como agregado naval de nuestro país en Lima, entabló una gran amistad con el ministro plenipotenciario brasileño en la capital del Rimac.

Como éste se retiraba del cuerpo diplomático, le regaló los uniformes que utilizaban los diplomáticos en la época y le hizo entrega de una espada chilena que le habían vendido. Le hizo presente que era la que llevaba en su mano el teniente Ignacio Serrano al saltar al abordaje del “Huáscar” el 21 de mayo de 1879 en Iquique, de acuerdo a lo que le habían asegurado personas que consideraba confiables.

Al recibirla, Vicente Zegers se llevó una sorpresa mayúscula, pues leyó y reconoció la inscripción con que había grabado las cuatro espadas en Inglaterra y el nombre de su compañero Ernesto Riquelme. Era extraño, pues él había muerto en la “Esmeralda” y no parecía posible que hubiera quedado su espada en algún lugar desde donde pudiera haberse rescatado.

Entonces recordó la historia.

Al abordaje

Al tocarse zafarrancho de combate en la madrugada del 21 de mayo de 1879 en la “Esmeralda”, los tripulantes saltaron de sus literas, vistiéndose apresuradamente y los guardiamarinas Riquelme y Zegers, que compartían camarote, tomaron cada uno una espada –las que se encontraban juntas en una especie de paragüero- y salieron a cubierta.

Riquelme llegó a cubrir su puesto, a cargo de los cuatro cañones de popa, donde al final del combate encontraría la muerte al hundirse el glorioso buque y efectuar el último disparo del magno holocausto de ese día. Zegers se instaló como jefe de la guardia de bandera y contacto entre el comandante y la máquina de la corbeta.

Arturo Prat saltó al abordaje del “Huáscar” al primer espolonazo del monitor peruano, el teniente Ignacio Serrano lo vio morir en su cubierta y corrió como un loco preparando a su gente para seguirlo cuando el buque enemigo diera la segunda embestida. Al ver al guardiamarina Vicente Zegers le dijo: “Señor Zegers, baje a mi camarote rápidamente y traiga mi espada, que no alcancé a tomarla en la mañana, pero mientras tanto páseme la suya”.

De acuerdo a las ordenanzas navales, los oficiales debían que luchar con tenida de parada y espada. El guardiamarina Zegers bajó al camarote del teniente; cuando se encontraba en él sintió el inmenso golpe producido por el segundo espolonazo, y salió a cubierta en el momento que alcanzó a ver a Serrano saltando sobre el “Huáscar” con la espada en mano.

Al tomar las espadas esa mañana, con el apuro, Riquelme y él las habían cogido cambiadas. Así, la que llevaba durante el combate y que le entregó al teniente Serrano, mientras bajaba al camarote a buscar la suya, era la del guardiamarina Ernesto Riquelme, mientras la que éste portaba y pertenecía a Zegers se hundió con él.

Ignacio Serrano saltó al abordaje blandiendo la espada de Riquelme. Fue aquélla la que alguien recogió en el Huáscar y años después fue vendida al ministro plenipotenciario brasileño.”


COMPLEMENTACIÓN:

Guardiamarina Riquelme: Para conocer los últimos momentos del guardiamarina Ernesto Riquelme Vengas, trascribo un fragmento de su biografía publicada en la página web de la Armada de Chile:

“Cuando la ‘Esmeralda’ se hundía de muerte y su proa se sumergía rápidamente por los raudales de agua que le entraban, Riquelme, que atendía la artillería de popa, preparó un cañón y aferrándose a la borda como pudo para no caerse y dándole depresión al cañón, dio fuego un postrer esfuerzo para dañar al monitor, que tantos estragos había causada a su querida corbeta. Después de esto, ya no pudo sostenerse y rodó por la cubierta, donde el mar pronto lo tragó.

Su cañonazo fue, por cierto, estéril. Sólo resultó un saludo a la bandera que aún flameaba, pero mostró a la posteridad el alto nivel de patriotismo y el temple de héroe de este joven oficial.

Murió ahogado en el momento mismo en que la bandera, izada en el pico de la mesana de la corbeta, se perdía en el mar.

Este joven Guardiamarina personifica en la Historia Naval de Chile al héroe soñado de la juventud chilena: sentimental, músico, bombero, altruista, estudiante de Derecho y poeta; que fue capaz de mostrarse como un marino heróico al sellar con la última descarga de su cañón, la decisión del Comandante Prat, su amigo, su jefe, de no arriar jamás la bandera nacional ante el enemigo, aún cuando se combatiera en inferioridad de condiciones.”


Teniente Serrano: En cuanto a su participación en el Combate de Iquique, la página web de la Armada relata en su biografía lo siguiente:

“En el Combate Naval de Iquique, el 21 de mayo de 1879, el Teniente Ignacio Serrano Montaner tenía la misión de dirigir los cañones de babor que enfrentaban al "Huáscar" y el Teniente Francisco Segundo Sánchez Alvaradejo contestaba por estribor los disparos que le hacían desde tierra.

Después del abordaje de Arturo Prat, en el primer espolonazo que efectuó el monitor "Huáscar", Serrano organizó la partida de abordaje para la eventualidad que el buque peruano intentara efectuar un segundo intento.

En el momento que el "Huáscar" efectuó el segundo espolonazo y los dos buques se encontraban juntos, Serrano saltó al abordaje seguido de doce marineros que llevando rifles y machetes cayeron sobre la cubierta del monitor, donde los recibió una lluvia de balas, que se le disparaba desde la torre de mando y parapetos blindados. Ignacio Serrano corrió a la torre de artillería con la intención de trabar el engranaje de giro. Un destacamento de unos cuarenta tiradores subió a cubierta, hirió a Serrano y acabó con su gente, algunos de los cuales, ya sin municiones o heridos, escaparon echándose al agua y subiéndose a la "Esmeralda" por cabos lanzados desde abordo.

Tendido en cubierta del "Huáscar" y herido en el bajo vientre, Serrano fue recogido por la tripulación peruana y llevado a un camarote. Allí intentó causar un incendio, pero este fue sofocado. El herido asistido por el médico peruano Santiago Távara, murió desangrado.

En la tarde del 21 de mayo, los cadáveres de los chilenos fueron dejados en el muelle de Iquique. Allí se encontraron nuevamente los entrañables amigos, Arturo Prat e Ignacio Serrano, que el destino unió en la muerte.

Por ello la piedad extranjera se encargó de sepultarlos uno junto al otro.

No es de extrañar que sus propios enemigos hayan escrito el epitafio del Teniente 2º Ignacio Serrano Montaner que todos los hombres de mar sabrán comprender su significado:

“Este oficial murió al pie del torreón".

Los restos del Teniente 2º Ignacio Serrano Montaner fueron trasladados a Valparaíso junto a los de Arturo Prat y sepultados en la cripta del Monumento a los Héroes de Iquique, el 21 de mayo de 1888, en una ceremonia en la cual el pueblo de Valparaíso se volcó a las calles para rendir tributo a quienes, con su acción impregnaron el alma nacional con la divisa "Vencer o Morir", que sería el lema de las armas chilenas que permitió el triunfo en la guerra.”

No obstante el relato de la página web de la Armada, nn la muerte de Serrano hay un aspecto lamentable e inexplicable que se omite y que narra el historiador don Gonzalo Búlnes en su obra “Guerra del Pacífico. De Antofagasta a Tarapacá” publicada en 1911, en el párrafo que titula “Misterio que rodea la muerte de Serrano” del Capítulo VIII “Combate de Iquique”, página 303.

“El epílogo de este terrible drama fué la muerte
de Serrano ese mismo dia, a bordo del Huáscar,
i la del glorioso sarjento Aldea en el hospital de
Iquique tres dias despues. De su heroico compañero
anónimo no se supo mas. Serrano soportó grandes
dolores. Fué asistido por el médico del Huáscar,
don Santiago Tavara. Cuando los náufragos
llegaron a la cubierta del monitor iba entre ellos
el cirujano de la
Esmeralda, don Cornelio Guzman.
Serrano vivia aun i Guzman solicitó permiso
de verlo, el que le fué negado
. Una repulsa tan contraria
a los deberes de la humanidad envuelve un
misterio que no está esclarecido. ¿Por qué se privó
al glorioso moribundo del consuelo de espirar entre
los suyos, asistido por un corazón amigo, a quien
pudiera confiar sus últimos encargos? Se dijo que
había sido un castigo impuesto a la indomable arrogancia
del héroe espirante
, pero cuesta creerlo porque
no se concilia ni con la hidalguia que debe suponerse
en el enemigo, ni con la humanidad de Grau.”


La Armada y los héroes de Iquique: La espada del guardiamarina Riquelme debió pasar un largo recorrido –pasando de mano en mano- hasta regresar a nuestro país: Zegers la tomó equivocadamente aquélla mañana del 21 de mayo de 1879 y luego se la pasó a Serrano, quién salto con ella en su abordaje al Huáscar donde encontró la muerte; algún marino peruano la recogió y conservó como trofeo hasta que se la vendió al ministro plenipotenciario brasileño en Lima, quién finalmente se la regaló a Zegers.

El destino unió de una manera particularmente curiosa a estos dos héroes de Iquique: Riquelme murió tras hundirse la Esmeralda, no sin antes darse maña de efectuar el último cañonazo y Serrano, encontró la muerte al saltar al abordaje del monitor Huáscar empuñando su espada y emulando al Capitán Arturo Prat. Tal vez por ello la Armada, a fin de honrar y perpetuar el nombre y legado del guardiamarina Riquelme y del Teniente Serrano, ha bautizado con sus nombres a cuatro naves de guerra a lo largo de la historia institucional:


a) Los primeros fueron dos de los cuatro destructores de 311 toneladas de desplazamiento que nuestro país mandó a construir en los Astilleros Laird Brothers en Birkinhead, Inglaterra, cuyo contrato se firmó en mayo de 1895. Los destructores “Guardia Riquelme” y “Teniente Serrano” entraron en servicio para la Armada en 1896. El “Teniente Serrano” sirvió hasta el 18 de agosto de 1924, fecha en la que fue dado de baja, mientras que el “Guardiamarina Riquelme” sirvió con tal nombre hasta que le fue cambiado por el de “Lientur” en 1928, con el que sirvió hasta el 06 de enero de 1930, fecha en la que se le dio de baja. El resto de los destructores fueron bautizados con los nombres de “Capitán Orella” y “Capitán Muñoz Gamero”.

b) Los segundos buques fueron dos de los seis destructores de 1.450 toneladas de desplazamiento construidos para Chile por los astilleros de Sir John Thornycroft & Co. Lda. en Woolston Works, Southamptom, Inglaterra, entre los años 1927 y 1928. El pabellón nacional fue izado el 18 de diciembre de 1928 en el Destructor “Serrano”, y el 15 de abril de 1929 en el Destructor “Riquelme”. En 1956 el “Serrano” fue reacondicionado como destructor escolta, incorporándosele radar, sonar y armamento antisubmarino, siendo dado de baja el 18 de diciembre de 1962, mientras que el “Riquelme”, se le dio de baja el 31 de agosto de 1962. El resto de los destructores llevaron los nombres de Orella, Hyatt, Aldea y Videla.

c) Los terceros, fueron los Destructor TransporteRiquelme” y “Serrano” de 2.130 toneladas de desplazamiento adquiridos usados a los Estados Unidos, donde sirvieron con los nombres de USS DE 70 y USS APD 49 Joseph E. Campbell (“Riquelme”) y de USS APD 71 Odum (“Serrano”). Fueron construidos en 1942 en el Astillero Dravo Corp. de Pittsburg, EE.UU., siendo adquiridos por nuestro país en el año 1966. El “Riquelme” llego a nuestro país ese mismo año y fue reacondicionado en Talcahuano al año siguiente, mientras que el “Serrano”, llegó en mayo de 1967 totalmente reacondicionado. El “Riquelme” fue dado de baja el 29 de marzo de 1982 para luego ser usado como blanco por la Escuadra y hundido, el “Serrano” fue transformado en Pontón por resolución de 27 de junio de 1984 y finalmente dado de baja el 27 de septiembre de 1991.

Más información y sobre todo, excelente material fotográfico de esta clase de destructores, en "Los APD Uribe, Serrano, Orella y Riquelme" del foro Base Naval.

d) Las últimas embarcaciones en llevar el nombre de los héroes de Iquique son dos de las cuatro Lanchas Misileras de la clase Tigre S-148 del tipo Combattante II construida para Alemania en los Astilleros de Cherburgo, Francia. Sirvieron en la Armada Alemana integrando la Flotilla de Lanchas Rápidas que operaron en los tiempos de la Guerra Fría desde las bases navales del Mar Báltico, con los nombres de P-S6149 Wolf (“Riquelme”) y P-6160 Kranich (“Serrano”). Fueron construidas en 1974 (Wolf) y 1975 (Kranich) y adquiridas por nuestro país a medidos de los 90. El 27 de agosto de 1997 se izó el pabellón nacional en la LM “Guardiamarina Riquelme” y el 22 de septiembre de 1998 fue izado en la LM “Teniente Serrano”. Las otras lanchas misileras fueron bautizadas como “Teniente Orella” y LM “Teniente Uribe”.

Actualmente, estas unidades forman parte del Comando de Misileras Norte (COMISNOR) cuyo puerto base esta en Iquique y operan en la zona norte de nuestro país entre los paralelos 18º 21’ 03’’ S y 26º 00’ 00’’ S que es el territorio de jurisdicción de la IV Zona Naval.

Me parece que es todo un acierto que dos de las unidades del Comisnor lleven los nombres de Riquelme y Serrano, puesto que ellos dieron su vida defendiendo el bloqueo de Iquique durante la Guerra del Pacífico cuando aún era una ciudad bajo administración peruana, y hoy, son estas misileras las encargadas de velar por nuestra soberanía en aquellos territorios.

Hoy no esta claro el futuro de las unidades del COMISNOR, no se saben si serán reemplazadas por nuevas lanchas misileras o por corbetas misileras construidas en nuestro país, pero lo que sí debería estar claro y fuera de toda discusión, es que cualquiera sea el tipo de nave que reemplace a las actuales deben llevar los nombres de los defensores de Iquique; Guardiamarina Riquelme y de Teniente Serrano. Esperemos que la Armada conserve este simbolismo.