La creciente importancia que han adquirido las economías del Asia-Pacífico en el actual contexto mundial, su creciente vinculación a los países Latinoamericanos, el liderazgo que a tenido Chile en tal vinculación y su pretensión de consolidar su histórica hegemonía en el Pacífico Sur Sudamericano son los temas que en realidad me motivaron a crear este blog, pero que por diversos motivos no había abordado.
Tal como sentencio don Diego Portales Palazuelos en su carta a Blanco Encalada; “debemos dominar para siempre en el Pacífico. Esa debe ser su máxima hoy, y ojalá fuera la de Chile para siempre”, palabras escritas en 1836 pero que en la actualidad cobran más vigencia que nunca. Hoy, entre los estudiosos, académicos y analistas hay pleno consenso en que el siglo XXI será el “Siglo del Pacífico”, se señala como a lo largo de la historia de la civilización han nacido y sucumbido centros de poder que son desplazados por otros; primero fue Mesopotamia entre los ríos Tigris y Eufrates, luego fue el Mar Mediterráneo, luego el Océano Atlántico, y ahora, en este siglo que recién esta comenzando, le ha llegado su turno al inmenso Océano Pacífico.
Siempre que se trata la importancia que reviste para Chile su vinculación con el Asia-Pacífico y el protagonismo a que esta llamado a asumir, se resalta el dinamismo económico y la importancia comercial de la región, pero a mi modesto juicio, no se resalta un cambio que es fundamental e histórico; Chile, desde su emancipación siempre ha estado alejado de los centros de poder económicos y políticos; centrado en el Atlántico, del cuál sí se han podido beneficiar países como Brasil, Uruguay y Argentina debido a su cercanía, en cambio, Chile, a pasado todo este tiempo literalmente a espaldas a éste, totalmente a trasmano, aislado por el imponente macizo andino, de ahí nuestra idiosincrasia de país isleño. Pero en el presente siglo, tal odiosa situación va a cambiar, ahora el centro de poder será el Pacífico y Chile, dada su condición geográfica privilegiada, por fin estará frente a éste. Tal cambio de los centros de poder y económico desde el Atlántico al Pacífico es el hecho de mayor trascendencia que le va a tocar vivir a nuestra nación; ahora podremos ser actores y protagonistas, ahora el centro económico estará frente a nosotros, estaremos ubicados en primera fila, antes, ni siquiera alcanzábamos a entrar al teatro. Tal trascendental acontecimiento que el mundo esta empezando a vivir representa una tremenda oportunidad que jamás hemos tenido, y también, un tremendo desafío que debemos enfrentar como país.
Como introducción a este interesante tema, del cuál espero que esta entrada sea la primera de muchas otras en las que abordare los diversos aspectos de la vinculación de Latinoamérica con el Asia-Pacífico y particularmente del liderazgo que ha ejercido Chile en tal vinculación, publico la trascripción de la primera parte de la introducción del libro titulado “Chile y la Comunidad del Pacífico”, escrito por Juan Salazar Sparks, segunda edición 1999.
Como decía Portales; “el Pacífico debe ser nuestra máxima”, y del balance de lo realizado por nuestro país desde mediados de la década del 70 hasta la fecha –según detalla el texto siguiente-, podemos constatar gratamente que el Pacífico a sido la máxima de la política exterior de Chile de las últimas tres décadas.
A continuación la trascripción:
Chile deberá ser una nación
Naviera, o no será nada.
MARÍA GRAHAM
Uno de los ámbitos más novedosos y promisorios de la política exterior de Chile de la última década es la Cueca del Pacífico. En diferentes sectores del país hay una revalorización creciente de lo que este vasto océano y las naciones (economías y mercados) que lo integran significan para el futuro económico, social y político chileno. Debemos constatar, eso sí, que recién en la segunda mitad de los años setenta Chile se decide a priorizar su acción hacia la región, en circunstancias de ser rivereños con un enorme litoral (unos 4.270 KM) sólo comparable al de Australia, Rusia, China, Estados Unidos y México.
Hasta hace no tanto, nuestro país se había limitado a una relación esporádica con determinadas áreas del Pacífico, preferentemente la Polinesia Francesa. Francisco Orrego la ha definido como la era romántica de la proyección chilena a la Cuenca. Si bien desde temprano en la vida republicana hay manifestaciones de un interés marítimo y comercial en la región, por lo general ellas tuvieron un carácter marginal dado que Chile nunca fue “una plaza comercial o centro político” y por “nuestra remota ubicación geográfica”.
Historiadores, cronistas y estudiosos nacionales, al efectuar un recuento de los contactos establecidos en el pasado con el Pacífico, terminan por mencionar siempre los mismos casos aislados: a) el proyecto de O’Higgins sobre la independencia de Filipinas; b) las ideas de Portales en materia de equilibrio de poder en el Pacífico Sur; c) el destierro de Freire a Sydney (Australia) y luego a las Islas Marquesas; d) la compañía de Calcuta para el comercio entre Valparaíso y la India; e) el flujo de bienes y personas con Australia y California durante sus respectivas fiebres del oro que coincidió con la prosperidad triguera chilena; f) los lazos regulares con Tahití; g) la ocupación de Isla de Pascua y un abortado plan para adquirir a Francia una segunda posesión en la Polinesia; y h) en general, la presencia de la marina de guerra y la marina mercante chilenas durante la segunda parte del siglo XIX.
En fin, no obstante los naturales atributos geográficos, y a pesar de una histórica vocación marítima, Chile pareció haberle vuelto la espalda al mar. Salvo contados autores o iniciativas esporádicas que mencionaremos, nuestro país prácticamente se desinteresa del acontecer del pacífico durante toda la primera parte del presente siglo. Esta lamentable incongruencia se produjo por diversas razones, entre las que cabe destacar:
a) El debilitamiento del poderío nacional sufrido a partir del cambio de siglo como consecuencias de crisis económicas, polarización política y pérdida de cohesión nacional;
b) Paulatinamente, la nación chilena fue perdiendo su liderazgo y su sociedad el espíritu emprendedor que la caracteriza, tendiendo Chile cada vez más al aislacionismo;
c) La apertura del Canal de Panamá en 1914 fue un duro golpe a las rutas marítimo-comerciales por el Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos, reduciéndose así el peso internacional de los puertos chilenos (sobre todo Valparaíso); y
d) El consiguiente desplazamiento del polo de desarrollo chileno desde los puertos hacia los sectores agrícola y minero, esto es, la riqueza terrestre, ratificando con ello el carácter isleño siempre latente entre los chilenos por su peculiar geografía.
El retorno de Chile al Pacífico ha sido gradual, pues ha requerido todo un proceso de concientización ciudadana. Parte de la comunidad académica nacional emprende una labor de creciente difusión de los intereses que vinculan a Chile con la Cuenca. Como resultado de este esfuerzo se conocen diversas publicaciones que serán señeras en la materia, al igual que una trilogía de trascendentales seminarios organizados por el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Asimismo, sucesivas delegaciones gubernamentales y académicas chilenas comienzan a asistir a diversos foros del pacífico, debiéndose destacar la iniciativa tomada por la Cancillería chilena de llevar a cabo, conjuntamente con el East-West Center y el Pacific Forum de Hawaii, una importante conferencia sobre “América Latina y el Pacífico” en Honolulu (1984). Con posterioridad, proliferarían en el país numerosos centros académicos dedicados a los estudios del Pacífico, entre los cuáles cabría mencionar a la Universidad Gabriela Mistral y a la Universidad marítima de Valparaíso.
En el intertanto, mientras sucesivos gobiernos establecían relaciones diplomáticas y consulares con la mayoría de las naciones ribereñas e insulares de la Cuenca, algunas compañías chilenas se abocaban a abrir el transporte en la región. Es más, la Línea Aérea Nacional (LAN Chile) ya había iniciado en 1967 su ruta al Pacífico con los tramos de isla de pascua, Tahiti (Polinesia Francesa) y Fiji. Por su parte, las empresas navieras Interoceánica y Sudamericana de vapores establecían servicios regulares con Japón y una parte importante del Asia-Pacífico.
Todos estos pasos fueron sin duda clarividentes en la vinculación chilena con el Pacífico. Faltaba, eso sí, una clara concepción global acerca del papel que el país podía desempeñar en la región. Dos factores muy importantes que ayudaron a impulsar una acción más decidida de Chile en ese contexto fueron el régimen militar instaurado en 1973 y la liberalización del sistema económico de chileno. En el primer caso la verdadera formulación de una política de proyección al Pacífico no fue sino una respuesta al marcado aislacionismo internacional que sufría al gobierno militar. Había que legitimar a Chile en un nuevo campo de acción internacional y las emergentes naciones asiáticas (muchas de ellas con liderazgos autoritarios) no hacían cuestión de la falta de democracia en nuestro país. Por lo demás, el proceso de cooperación transpacífica (PBEC, PECC y luego APEC), sobre todo con el término de la Guerra Fría, ponía énfasis en los temas económicos y no políticos. Por cierto, la suspensión (en pleno vuelo) del viaje del General Pinochet a Filipinas en marzo de 1980 constituyó un serio revés para la política oficial de proyección al Pacífico (el Presidente chileno quedaba excluido de la misma), cuya implementación sólo pudo continuar con posterioridad gracias a la presión constante de sectores económicos, académicos y al interior del propio gobierno militar.
Pero tal vez más decisivo aún que lo anterior fue la propia apertura de la economía chilena. Por una parte, nuestra necesidad por diversificar tanto los productos como los mercados de exportación determinó que la Cuenca se transformara en un objetivo prioritario para el comercio exterior chileno. Y, por la otra, el crecimiento sostenido de economías asiáticas orientadas a la exportación las hacía particularmente dependientes de materias primas extranjeras (en el caso chileno de cobre, celulosa, harina de pescado, etc.). Ya en 1981 se produce un aumento apreciable del intercambio comercial con Japón (US$ 1.250 millones con una participación del 12% del total mundial), convirtiéndolo en el segundo mayor mercado para las exportaciones chilenas.
La atención del sector exportador chileno por los mercados del Asia-Pacífico traslucía además una preocupación creciente respecto de las dificultades a que el país se vería enfrentado tarde o temprano para poder ampliar sin límites sus mercados más tradicionales (EE.UU., Europa y América Latina). En definitiva, la mayor vinculación económica alcanzada con el Asia-Pacífico se traduce en una seguidilla de misiones comerciales al área (Japón en 1978, China en 1979 y Singapur en 1980), así como en la constitución de diversas instancias empresariales (Comisión Mixta Chile-China en 1977, el Comité de Cooperación Económica Chile-Corea en 1978 y el Comité Empresarial Chile-Singapur en 1980).
Otras importantes manifestaciones de una política de Estado hacia el Pacífico en esos primeros años se produjeron tanto desde la Presidencia como de la Cancillería chilena. Ya el 21 de mayo de 1980, pocos meses después de su abortado viaje a Filipinas, el General Pinochet anunciaba en su “Exposición Anual sobre el Estado de la Nación” la formulación de una política nacional a través de la creación del Instituto del Pacífico. Tales orientaciones se tradujeron, entre otras acciones, en la creación del Departamento del Pacífico de la Cancillería (años más tarde se eleva a la Dirección Asia-Pacífica) y en señeras declaraciones de los entonces Cancilleres Hernán Cubillos, René Rojas Galdames y Miguel Alex Schweitzer.
Con motivo del XXX aniversario de la Declaración de Santiago sobre Zona Marítima de 200 millas, en agosto de 1982, Rojas Galdames hace un llamado a sus colegas Miembros de la Comisión Permanente del Pacífico Sur (CPPS) para desarrollar una acción conjunta ya no sólo en el Pacífico Sur americano sino en toda la Cuenca. Tal planteamiento se materializará después durante la II Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores de la CPPS (Viña del Mar, febrero de 1984), donde se acuerda ampliar el ámbito de la CPPS y encargarle planes concretos de vinculación con los diversos órganos de la Cuenca y en áreas tales como el derecho y ciencias del mar, tecnología marina, cooperación económica y otras políticas comunes. Éste era, sin duda, un nuevo enfoque, puesto que Chile invitaba a sus vecinos a incorporarse a la tarea de proyectarse al Pacífico.
En la XXXVI Asamblea General de las Naciones Unidas, el Canciller Rojas Galdames enfatizó en su discurso el apoyo chileno a los esfuerzos en torno a una futura Comunidad del Pacífico, proponiendo la realización de consultas regionales para el diálogo panpacífico y, muy especialmente, la “cooperación sur-sur”, factible de estructurarse entre América Latina, las Islas del Pacífico Sur y las naciones de la Asociación del Sudeste Asiático (ASEAN).
Por su parte, el Canciller Schweitzer resumía muy bien a esas alturas la política nacional en la clase magistral que dictara con ocasión de la inauguración de la Conferencia Internacional sobre Recursos Marinos del Pacífico, celebrada en Viña del Mar el 16 de mayo de 1983. A saber:
“Una de las características fundamentales de la política exterior de Chile es nuestra creciente presencia en el Pacífico. Hemos llegado a ella a través del establecimiento de vínculos diplomáticos con las naciones insulares emergentes y organismos regionales, del ofrecimiento de asistencia técnica a los mismo países isleños y de la participación activa de reuniones gubernamentales, académicas y empresariales que tienden al estudio de diferentes esquemas de cooperación regional, con el ánimo de crear, a mediano plazo, una comunidad de naciones de la Cuenca del Pacífico”.
“Chile, por su carácter de país oceánico, con una extensa costa en el Pacífico y por poseer parte de su territorio nacional inserto en él, no puede permanecer ajeno a la necesidad de estudiar y de participar en diferentes esquemas de cooperación regional que logre regularizar en forma eficiente y equitativa este complejo de relaciones que comienzan a desarrollarse en torno a este mar. La misión de Chile es servir, además, de puente de enlace entre los pueblos de los dos lados del Pacífico”.
Hasta aquí los antecedentes más bien cronológicos de nuestra reciente revinculación con el Pacífico. Se trata primero de un proyecto ante todo intelectual, que luego es implementado por una acción preferentemente de gobierno. De allí que un paso importante en la inserción global de Chile a la Cuenca y su participación directa en los procesos de cooperación regional se diera recién con el ingreso de nuestro país a los principales foros. Éstos fueron, en forma escalonada, el Pacific Basin Economic Council (PBEC) primero, el Pacific Economic Cooperation Conference (PECC) después, y finalmente, el Asia Pacific Economic Council (APEC).
Antes de continuar nuestro relato, es bueno detenerse un poco para reflexionar acerca de importantes acontecimientos que acaecían en Chile y que le dieron un giro definitivo a nuestra política regional. Si para el régimen militar chileno (1973-1990) la apertura al Pacífico constituía una imperiosa necesidad geopolítica, para los gobiernos democráticos de la Concertación (Aylwin y Frei) consolidar la proyección chilena hacia la región representaba una de los objetivos prioritarios de la reinserción internacional del país. Si para el primero la apertura unilateral de nuestra economía ayudaba a la conquista de nuevos mercados externos (entre otros los del Asia-Pacífico), para el segundo resultaba necesario seguir una estrategia comercial de inserción múltiple, donde pudieran complementarse las negociaciones multilaterales, la cooperación regional y los acuerdos de liberalización recíproca. Por último, si para uno el principal instrumento de política exterior era lo económico, para el otro era la combinación de lo político y económico. Y, en este sentido, la continuidad de la política chilena hacia la Cuenca pudo trasformar al fiasco de Filipinas en una plataforma natural para el Asia-Pacífico: desde 1992 en adelante, prácticamente todos los años se ha registrado una visita oficial de un Presidente chileno a la región.
Como resultado de las primeras giras presidenciales chilenas al Asia-Pacífico, hay que resaltar la relación especial que se desarrollaría con Malasia. En efecto, el viaje del Presidente Aylwin a Kuala Lumpur en 1992 (junto con Tokio y Peking), en retribución a la que hiciera a Chile en 1991 el Primer Ministro malasio Mahathir Mohamad, fue el primero de un gobernante chileno a la región. Ello selló un apoyo personal dentro del Sudeste Asiático a la causa chilena. Mahathir visitaría después Argentina y Brasil, confirmando el interés malasio por desarrollar también una aproximación a América Latina dentro de su esquema de cooperación sur-sur.
Junto con una mayor aproximación y afinidad de tipo político con las naciones de la Cuenca, los lazos entre Chile y la región se vieron fortalecidos por sustanciales aumentos en los flujos comerciales y de inversiones. De partida, esto reflejaba el desarrollo general del comercio total entre América Latina y el Este Asiático, el cual creció cuatro veces en la década pasada (a una tasa media del 15% anual), alcanzando casi los US$ 50 mil millones en 1996. Enseguida, en el caso particular de Chile, si en 1970 nuestro país exportaba el 28,6% de sus productos a los mercados del PBEC, en 1995 ese porcentaje se había elevado al 53%. Sólo en el periodo 1980-1992 las exportaciones chilenas experimentaron un aumento promedio anual de 14,6%. Chile es actualmente la economía latinoamericana con la mayor participación en las exportaciones al Asia-Pacífico en comparación al total mundial (37%), mientras que el promedio latinoamericano todavía no sobrepasa el 10%. Por un amplio margen, el principal destino de los productos chilenos ha sido tradicionalmente Japón, pero se han ido consolidando gradualmente también los mercados de Taiwán, Corea del Sur y China.
Por todo lo anterior, un esfuerzo de gran envergadura de la diplomacia chilena lo constituyeron las arduas gestiones tendientes a lograr nuestra incorporación al APEC, el foro gubernamental de Cooperación Económica del Asia-Pacífico. A continuación, una vez consolidada la presencia de Chile en los diversos foros del Pacífico, resultaba evidente desarrollar una acción regional más multifacética. Como hemos venido sosteniendo desde hace un tiempo a esta parte, “la proyección chilena al Asía-Pacífico no puede ni debe limitarse a los foros regionales. Debe complementarse, además, con una acción bilateral más definida y una participación más activa del sector privado”. Aquí la idea de fondo era que, una vez agotada la alternativa de una red de acuerdos comerciales en América Latina, el país debería lanzarse a la búsqueda de socios asiáticos dispuestos al libre comercio bilateral. También está implícito en ello el propósito de que los empresarios chilenos asumieran una responsabilidad más directa y decidida en la acción regional chilena.
Ahora bien, en cuanto al segundo propósito, por iniciativa de la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio de RR.EE., en noviembre de 1994 fue creada la Fundación Chilena del Pacífico, como una instancia de carácter privado para “la promoción y fomento del intercambio comercial, económico, cultural, científico, tecnológico y social de Chile con los países que conforman la Cuenca del Pacífico”. La idea central era poder privatizar muchas de las gestiones que la Cancillería se encontraba coordinando en relación con los principales foros regionales (concretamente el PBEC y el PECC), procurando incentivar una participación más activa del sector empresarial chileno. De allí que se designara en su directorio a reconocidas personalidades de los ámbitos gubernamental, académico y empresarial y se eligiera como su primer Presidente al destacado ex Ministro, economista, académico y hombre público Edgardo Boeninger. En sus primeros años de vida la Fundación fue capaz de llevar a cabo un nutrido programa de actividades, entre las que no sólo destacan seminarios, publicaciones, becas e intercambios, sino el gran desafío de haber presidido el PECC durante dos años (1995-1997) y poder organizar su XII Reunión General en Santiago.
Un hito trascendental en el posicionamiento chileno reciente en el Pacífico fue el hecho de que por primera vez se realizara en América Latina una reunión plenaria del Consejo de Cooperación Económica del Pacífico: el PECC XII en octubre de 1997. El que alrededor de ochocientos representantes de de primer nivel de los sectores públicos, académico y empresarial viajaran a Santiago fue prueba suficiente del interés que despertaban Chile y América Latina en la Cuenca. Al asumir Boeninger la Presidencia del PECC en Pekín en 1995, Chile se comprometió a darle al plenario una fuerte dimensión latinoamericana y de hecho se invitó a la reunión en Santiago a distinguidas personalidades de Argentina y Brasil (incluso hubo un panel de Ministros de Comercio de América Latina). El objetivo de fondo consistía obviamente en, por un lado, atraer el interés asiático sobre Chile como un mercado verdaderamente integrado a sus naciones vecinas y, por el otro, poder desempeñar un rol de puente de América Latina hacia el Asia-Pacífico.
Si durante los años setenta no existían centros académicos chilenos especializados en el Asia-Pacífico (salvo los trabajos del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile), es interesante observar cómo veinte años más tarde éstos habían proliferado en gran cantidad, o bien, habían incluido la temática regional en sus programas de estudio. A fin de aprovechar las sinergias entre los múltiples grupos orientados al Pacífico, la Fundación Chilena del Pacífico tomó la iniciativa de constituir una especie de consorcio de instituciones y en 1998 creó el Consejo Asia-Pacífico en una reunión solemne realizada en la SOFOFA con la presencia del Ministro de RR.EE. José Miguel Insulza. En dicha ocasión el Canciller volvía a reafirmar la estrategia chilena hacia el Pacífico, al señalar:
“Es cierto que, históricamente, nuestro país había mirado hacia el resto de América Latina, Norteamérica y Europa y que hasta tiempos recientes sólo esporádicamente el país había tornado su mirada a Asia. Pero también es cierto que esta omisión se a corregido. En las últimas décadas hemos comenzado a mirar en forma articulada y muy sistemática hacia la otra rivera del Pacífico.
No se trató de una decisión discrecional y arbitraria. Chile no convirtió al Asia-Pacífico en una de las prioridades de su política exterior por azar o por el mero ejercicio de la voluntad política. Una realidad geográfica indesmentible hizo que Chile siempre fuera una nación de la Cuenca del Pacífico…
Junto a la realidad geográfica, se proyectó una nueva realidad económica, que nos convirtió gradualmente en socios de economías geográficamente distantes, pero con los que nos empezamos a complementar de manera muy fructífera…
Debemos seguir construyendo una trama de relaciones vecinales y de instrumentos de libre comercio, con el fin de proyectar a Chile como un proveedor de servicios y como puerta de entrada hacia los mercados sudamericanos y de salida desde éstos hacia los mercados ubicados en la otra rivera del Pacífico.
Chile aspira a que la liberalización del comercio en el área se siga realizando con la mayor celeridad y efectividad. Asimismo, nos parece fundamental que se mantenga su carácter comprensivo. Esto es, que la reducción y eliminación de aranceles y de las barreras no arancelarias mantengan una cobertura integral…
Hay que decirlo claramente. Las razones e interés que a través de nuestra historia han motivado y motivan la acción de Chile en el Asia-Pacífico continúan plenamente vigentes. Las circunstancias adversas del momento que afectan a algunas economías de esa región no tienen por qué modificar la alta prioridad que otorgamos a nuestra proyección hacia la Cuenca del Pacífico, factor que, ahora y siempre, se ha transformado en una variable fundamental de la política exterior chilena”.
Como hemos podido apreciar en esta extensa introducción, son numerosos los hitos que marcan la relación de Chile con la Cuenca del Pacífico y variados los temas que abarca la agenda de la cooperación transpacífica.
(…)
(Páginas 16 a 25)
(Las frases ennegrecidas y subrayadas son nuestras).
Gráfico en que se aprecia la evolución del comercio exterior de Chile con Asia Pacífico desde 1990 a 2006.
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